Escrito por Bigshow
Francotiradores soviéticos durante la Gran Guerra Patria.
Desde hace muchos siglos existían tiradores distinguidos que se elevaban por
encima de la media en cuanto a su habilidad con las armas y conocimiento de
técnicas específicas de camuflaje, tanto durante los conflictos armados,
como en el ejercicio de la actividad cinegética. Pero no fue hasta la
aparición del cañón de ánima rayada, cuando estos tiradores empezaron a
recobrar un importante papel en los enfrentamientos armados, el estriado del
cañón permitió crear fusiles lo bastante precisos como para cumplir con
ellos tareas especiales que anteriormente eran de difícil ejecución incluso por
operarios del arma cualificados.
Contado con vastos terrenos y gran presencia de fauna salvaje en la Rusia
zarista, la práctica de la caza fue muy extendida y con ello el dominio de
las armas por una importante parte de la población. Juntado a ello la Guerra
de Crimea, donde las tropas rusas se dieron buena cuenta de lo que eran
capaces algunos combatientes británicos con sus voluminosos fusiles de largo
alcance que contaban con miras ópticas montadas en ellos, no es de extrañar
que empezaran a adaptar esa práctica en el ejército propio. A principios del
siglo XX, por ejemplo en la Guerra Ruso-Japonesa, no era raro ver infantes
rusos con rifles de precisión y visor. Pero fue ya en los comienzos de la
época soviética, cuando se empezó a entrenar a los francotiradores de una
forma sistemática, creando importante infraestructura y medios para dicho
entrenamiento.
En los comienzos de los años 20 se adquirían visores
Zeiss alemanes para adoptarlos a los rifles Mosin-Nagant y posteriormente,
basándose en estos, comenzó la fabricación de miras propias como las PE y PB.
Así nació la versión francotiradora del rifle Mosin (91/30) que muchos
conocen hoy en día. Con estas armas numerosos jóvenes practicaban varias
modalidades del deporte de tiro que fue bastante común en aquellos años en
la Unión Soviética, como muchos otros deportes arraigados al ámbito militar
y promovidos por la Unión de Sociedades de Asistencia para la Defensa y
Aviación-Construcción química de la URSS (ОСОАВИАХИМ en ruso - OSOAVIAJIM)
con sus millones de afiliados. También estaban en servicio del NKVD. Se
sacaron correspondientes conclusiones por los asesores soviéticos en el
bando republicano de la Guerra Civil Española, donde se introdujeron rifles
rusos con visores, pero en el Ejército Rojo no fue, hasta después de
enfrentarse a los numerosos francotiradores fineses en el 39, cuando la
creación de personal tirador bien instruido y altamente eficaz fue puesta en
marcha de forma masiva.
Inicialmente, tras la invasión nazi, la formación y el entrenamiento de los
tiradores se realizaban en sus propias unidades y en las de la reserva,
mediante cortos cursos junto al resto del personal, directamente en las
formaciones mixtas. De esta forma se obtenía importante ventaja de conocer a
fondo cada detalle en la coordinación con los demás miembros de su pelotón o
compañía y permitía obtener un mayor grado de cooperación con los compañeros
a los que de este modo se les conocía de una forma más personalizada. El
inconveniente de este tipo de formación tampoco se puede menospreciar y
consiste en que un entrenamiento específico personal por lo general es
bastante más efectivo ya que el alumnado puede aprender de los instructores
mejor cualificados en el arte del tiro y además hacerlo junto a los
compañeros de profesión, viendo sus fallos y logros, aprendiendo de ello.
Finalmente se decidió apostar por el sistema especializado y a los tres
meses del comienzo de la guerra ya se estaban creando instituciones de
formación para la población civil, en los cuales se impartían clases para
francotiradores, poco después empezaron a construirse “escuelas de
excelentes tiradores de preparación francotiradora” (ШОССП - rus.) que
pertenecían directamente a diversos distritos militares. El profesorado
habitualmente eran instructores de las escuelas de la OSOAVIAJIM. A partir
de la primavera del 42 se creó una academia para los instructores y a los
pocos meses en la misma institución se decidió impartir clases de 3 meses
también para los francotiradores de alta cualificación, en el caso de los
instructores la duración era de 6 meses.
El empleo de los francotiradores en el frente de batalla mostró que, al
igual que los hombres, las mujeres formadas en las escuelas especializadas
en instrucción universal militar, demostraban gran efectividad. A la fecha
del 1 de enero del 1942 en estas escuelas fueron instruidas 14819
francotiradores del género femenino (voluntarias, evidentemente) y entre
abril-agosto del mismo año otras 39941. Se creó la escuela central femenina
del oficio de francotirador, donde se impartían cursos de tres meses de
duración.
En los años 1941-1944 el número de francotiradores formados en diversos
centros de este tipo asciende a cerca de 440 000 personas. Aparte se seguían
formando tiradores directamente en las escuelas que pertenecían a las
unidades que directamente participaban en la lucha contra los invasores
fascistas y en otras que formaban parte de estructura de numerosos frentes,
llamados en la época de paz como distritos militares.
El entrenamiento consistía, aparte de los duros ejercicios comunes para todo
soldado, en pasar largas horas en campos de tiro, a menudo días enteros sin
parar y del mismo modo ya una vez el cielo haya oscurecido, mejorando de
este modo la puntería, se hacía un especial hincapié en aprender elegir y
adaptar adecuadamente a las necesidades del tirador una posición de tiro ya
sea en campo abierto, edificios o ruinas, o en un bosque. Las dianas eran
diversas, unas eran móviles que simulaban enemigos corriendo, otras
mostraban únicamente pequeñas partes del supuesto cuerpo del objetivo,
asomándose de una trinchera, las había camufladas, se les disparaba en
movimiento, en posición de a pie, tumbados, sobre una rodilla y desde otras
muchas posturas. Para los entrenamientos no se ahorraba en munición y los
que practican el tiro pueden imaginarse como queda el hombro de uno,
realizando cientos de disparos con munición 7,62x54R a diario, y eso que
numerosa parte del alumnado eran jóvenes mujeres de entre 18 y 22 años. Se
practicaba ejercicios que consistían en aprender el arte de camuflaje,
cuando había que pasar largas distancias, sin ser detectado por los
instructores. En otros se aprendía el uso de minas y explosivos, les
enseñaban como se maneja diverso armamento.
Se hacían marchas con equipamiento completo, ¡a veces de hasta 150km! El
aprendizaje teórico igualmente constituía una importante parte del curso,
desde tácticas de los francotiradores enemigos, hasta cuestiones de
supervivencia tras las líneas enemigas durante un largo periodo de tiempo y
nociones de sabotaje de principales instalaciones fascistas, así como lucha
cuerpo a cuerpo. Para las clases ideológicas también había tiempo, se veían
películas patrióticas, se leía sobre los actos heroicos cometidos en el
frente, de este modo cultivando el sentido del deber y el orgullo por el
ejército, el amor por la Patria y el deseo de contribuir en la victoria
aplastante contra el invasor. Finalmente se examinaban en numerosas
disciplinas donde tenían que mostrar el saber actuar con eficiencia en una
situación de combate, mostrar excelente puntería, conocer procedimientos de
primeros auxilios, usar máscaras antigás, tomar correctas decisiones en una
ambiente estresante y de peligro, etc. De esta forma, se conseguía que las
aptitudes de los licenciados de las escuelas estuvieran a la altura de las
más altas exigencias profesionales.
A sus unidades de destino, habitualmente ya llegaban con sus rifles de
dotación que obtenían durante la realización del curso. De este modo ya
estaban familiarizados con sus armas en mucho mayor medida y conocían las
características únicas que posee cada ejemplar aunque sean del mismo modelo.
Habitualmente eran rifles de cerrojo Mosin-Nagant en su versión del 1930, a
diferencia de los demás rifles de este modelo, tenían la palanca del cerrojo
curvada y habitualmente llevaban visor PE de cuatro aumentos con lente focal
de 20mm o los visores de fabricación anterior como PE y PB, esos rifles eran
seleccionados entre miles por las mejores precisiones que presentaban,
disparador más fino y “tangible” y otras peculiaridades menores, que las
diferenciaban de los Mosin comunes para la infantería, también a veces la
calidad del acabado y de las piezas de madera de los rifles para los
francotiradores era superior. Aparte, también se usaban las versiones cortas
como la del 38 y 44, pero no eran tan comunes debido a que la precisión
técnica con esos cañones más cortos era inferior (la velocidad de salida del
proyectil es menor), aparte de la mayor llamarada que se producía al
realizar el disparo (en un cañón corto los productos de combustión no se
queman con la misma eficacia, de ahí ese efecto) y con ello se descubría la
posición del tirador con mayor facilidad.
Del mismo modo existía versión para francotiradores del conocido SVT-40 y
SVT-38 pero al ser rifles semiautomáticos, no satisfacían del todo las
exigencias para un arma de precisión y con ello su uso fue bastante más
limitado y se dejaron de fabricarse para los francotiradores soviéticos en
la segunda mitad del conflicto. En algunos casos puntuales empleaban fusiles
antitanque como PTRD y PTRS, si había necesidad de utilizar un calibre tan
contundente como es el 14,5x114. Existía un silenciador, o más correcto en
este caso sería llamarlo moderador de sonido, para los rifles Mosin, se
denominaba BraMit (abrevio de Hermanos Mitin o en ruso: Братья Митины, sus
creadores), con munición especial con menor carga de pólvora, permitía
disminuir notablemente los decibelios al realizar el disparo, pero fue poco
usual su empleo en el ejército y se reservaba generalmente para las unidades
de propósito especial, así como a las pertenecientes al NKVD. Las armas se
camuflaban con redes y cintas de tela de colores que coincidían con el
entorno, también se hacía para hacer desaparecer linear rectas del rifle que
son las primeras que capta un ojo humano ya que en la naturaleza las formas
rectas y planas son muy escasas. El cuidado del arma era primordial para los
tiradores y en la medida de lo posible se evitaba ocasionarles el menor
golpe y se realizaba su limpieza tras cada uso, siempre que había
posibilidad de hacerlo. La precisión de un Mosin de francotirador, incluso
hoy en día es bastante notable y si bien ya no es suficiente para algunas
modalidades como el varmint en distancias largas o en bench rest de alto
nivel, es a menudo sobrado para las tareas de algunos tiradores militares y
aun se pueden encontrar en ciertos conflictos actuales.
Las tácticas de los francotiradores eran muy diversas. A menudo combatían
entre las filas de su compañía o batallón, proporcionando fuego de precisión
de apoyo y haciendo de tiradores selectos pero también participaban en
operaciones especiales, trabajando solos o en pareja, a veces en grupo e
incluso en unidades formadas enteramente por francotiradores. Algún ejemplo
de sus técnicas sería puesto de tirador que consistía en dar caza a los
fascistas desde la primera línea de las posiciones de defensa de la unidad
a la que estaba asignado, ocupando una posición elevada que permitía tener
una mayor visión y mejor campo de tiro, esos puntos se preparaban con gran
cuidado de no ser descubierto, normalmente durante la noche, al ser poco
recomendable usar la misma posición para realizar más de unos pocos
disparos, se preparaban varias, donde el tirador y su compañero observador
podían cambiarse de una a otra sin descubrirse a los observadores enemigos y
seguir abatiendo sus objetivos. Tendían emboscadas en las posiciones
neutrales y tras las líneas enemigas, para su preparación a menudo le
dedicaban varios días, creando rutas de escape seguras, eliminando cualquier
indicio de su presencia, podían permanecer horas e incluso días inmóviles en
esas posiciones, y también durante el frio invierno ruso, acechando
cautelosamente a algún alto oficial o al francotirador enemigo. Tiradores
experimentados a menudo llevaban a los nóveles con ellos, dando lecciones
prácticas directas. Usaban maniquís y cascos, cigarrillos encendidos,
espejos, armas controladas a distancia mediante cables y otros inventos para
provocar a los tiradores enemigos abrir fuego y así determinar su posición,
en algunos casos se ha llegado hasta a crear complejos muñecos que movían a
otros maniquís para así engañar a los francotiradores alemanes más
experimentados.
Era un constante ejercicio mental, buscando nuevas y cada vez más
inesperadas formas de enfrentarse a sus oponentes del bando contrario.
Solían llevar unos 100-120 cartuchos, varias granadas y a veces también
armas cortas o subfusiles, herramientas para el desminado y de hacer brechas
en los alambres de espino, también podían portar minas u otros artefactos
explosivos que usaban para cubrir la retaguardia de sus posiciones ante una
inesperada aparición del enemigo desde esas direcciones, pero lo más
corriente era que el enemigo no se percatara de su presencia, estando a
escasos pasos de ellos. Se usaba el tabaco y algunos productos químicos para
impedir que los perros les detectasen con su olfato, se procuraba no crear
ninguna alteración en el comportamiento habitual de los animales salvajes
que podría delatar su presencia. Los más fructíferos solían ser los días
lluviosos o de intensa nevada, cuando, aunque la visión se reducía, los
alemanes se sentían más seguros y también tenían que mostrarse a la vista al
deshacerse del agua que inundaba sus trincheras o quitando la nieve. Los
principales objetivos de los francotiradores soviéticos eran los oficiales
enemigos, personal de comunicaciones, francotiradores fascistas, operarios
de piezas de artillería y ametralladoras, imposibilitaban el fuego enemigo
desde los fortines, sosteniendo cobertura de precisión sobre ellos.
Mostraban a los observadores de artillería con proyectiles trazadores, la
posición de puestos importantes del enemigo, a los que era imposible
destruirlos con fuego de sus rifles.
Las bajas ocasionadas a los fascistas por los francotiradores soviéticos son
muy considerables y no es de extrañar ya que muchos de ellos tenían
confirmada tal cantidad de bajas que su número superaba a la cantidad del
personal de una formación como puede ser un batallón medio. Este es el caso
de Mijaíl Surkov con 702 fascistas abatidos, Vasiliy Kvachantiradze con 534,
Ivan Sidorenko, Nikolai Ilyin, Ivan Kulbetinov, todos ellos con cerca de 500
bajas. Los primeros diez tiradores soviéticos con mayor cantidad en este
parámetro, dieron muerte a más de 4200 soldados y oficiales del Tercer
Reich, los primeros 20 a más de 7400. Es evidente que el número de bajas
real, es considerablemente superior, por ejemplo se estipula que Fedor
Ojlopkov abatió a más de 1000 enemigos. Hubo casos de derribos de aviones
por fuego de tiradores, así mismo, los francotiradores usaban otro
armamento, aparte de sus rifles y hubo carros y otros vehículos blindados
destruidos por ellos.
A continuación contare un episodio real de la vida de uno de estos hombres,
a propósito no elegí una de entre miles de las grandiosas hazañas cometidas
por ellos, también las hubo en el historial del personaje principal de la
historia, preferí ésta, algo más modesta, para poder mostrar mejor que ante
todo era un trabajo, peligroso y duro, pero un trabajo, el trabajo destinado
a poner fin a la ocupación y poder volver a sus casas tras derrotar al
invasor:
La primavera llegó al río Mius antes de lo habitual, los campos se volvían
verdes, el agua rompía el hielo con fuertes estruendos y lo llevaba al mar
de Azov. Las trincheras se llenaban de agua y cada uno tenía que construirse
una pequeña isleta para estar en ella como una liebre, pillada por sorpresa
por el deshielo. Era imposible pasar largo tiempo en aquella postura tan
incómoda y por ello Pyotr Belyakov a menudo iba a visitar a su amigo Semyon
que estaba al mando de un equipo encargado de una ametralladora “Maxim”. A
sus subordinados las visitas de Pyotr no hacían demasiada gracia, ya que
Semyon le dejaba disparar la ametralladora y eran ellos los encargados de
recargar sus cintas.
Un día al ir a ver a Semyon, Pyotr se percató de que se habían esforzado en
camuflar su ametralladora que estaba cubierta por mala hierba seca.
- Es peligros disparar,- avisó Semyon.
- ¿Por qué?
- ¡Un francotirador que es un cabrón demasiado listo! Estamos quietos – él
hace lo mismo. Empezamos a disparar y en el mismo instante – ¡pum!.. Salen
chispas de la pantalla protectora de nuestra arma.
- Entonces trabaja al sonido.
- No logramos detectar donde se encuentra. ¡Pero menuda puntería tiene! No
se lo podemos negar.
- Déjame hacer un par de ráfagas.
Los chavales de la ametralladora estaban sorprendidos. Demasiado riesgo.
- Y si te mata, ¿quién será el responsable? – Pregunto Semyon con total
seriedad.
- No se puede evitar lo inevitable, la muerte siempre llega.
Pyotr había alcanzado a numerosos fascistas con esta arma, que funcionaba
con la precisión de un reloj. Apunto sobre las trincheras alemanas.
Al pulsar la cola de disparador y viendo pequeñas fuentes de tierra al
impactar sus proyectiles en las posiciones enemigas notó un rotundo golpe en
la pantalla de la ametralladora. La observó con cuidado y vio a dos
centímetros de la ventanilla una marca del impacto.
- Sí, es un francotirador,- concluyó con total seguridad, mientras un frío
intenso recorría su espalda. ¡Claro! Estuvo a dos centímetros de la muerte.
Se fue a informar al jefe de compañía de que se iba a encargar de localizar
y eliminar al tirador enemigo.
“Hay que observar al francotirador durante la soleada mañana, mientras el
sol ilumina el punto elevado y ciega a los fascistas” – pensó él, antes de
acostarse.
La mañana siguiente resulto ser espléndida. Calentaba el sol. La tierra
empezaba a desprender el calor y un ligero humo salía de ella hacia el
cielo. Arrastrándose como una serpiente, Pyotr se dirigió hacia las
posiciones alemanas, por la orilla del río entre las hierbas silvestres.
Cada vez el sol pegaba más fuerte, la capa de camuflaje que llevaba
incomodaba sus movimientos, enredándose entre las piernas. De repente vio un
una flor, se trataba de una Galanthus, de las primeras del año y no podía
quitar la vista de ella, recordando sus tierra natal, campos llenos de estas
flores.
Empezó a sofocarse y quiso quitar el gorro, en el mismo instante sintió un
golpe en la cabeza y al momento oyó el disparo.
“Dispara el francotirador” – paso por su cabeza, como una chispa.
Inmediatamente se tira por el barranco al limo de la orilla.
Toco su cabeza. ¡Aun seguía vivo! Observo el agujero del gorro. Unos
milímetros, lo separaban de una muerte segura. ¡Menudo disparo!
Respiro con alivio y al mismo instante sintió que lo llenaba la rabia.
¡Estuvo al borde de la muerte! ¿Y de quien? Un tirador, al cual decidió
eliminarlo él mismo. Con la boca seca por el estrés y gotas de sudor frio
recorriendo su espalda se decía a sí mismo – Morir de una forma tan absurda,
debido a la negligencia, quedando pasmado ante una flor como una niña,
¡menudo combatiente! Pero no hay mal que por bien no venga. Ese disparo lo
convenció del todo que el tirador se encontraba más cerca y debajo de las
trincheras comunes del enemigo.
Se arrastro hacia los hombres de la unidad de reconocimiento, que llevaban
una semana estudiando puntos defensivos alemanes. Busco a Ivan para
preguntarle que sabía sobre el francotirador alemán.
- ¡Maldito ese tirador! ¡El bastardo no nos deja observar! Ayer hirió a un
compañero.- comento Ivan, mientras mostraba el lugar aproximado de donde
podían provenir los disparos. Sus conclusiones coincidían con las de Pyotr.
Al despedirse oyó una advertencia con tono sarcástico:
- No saques tu cabezón, no vaya a ser que tengamos que parchearlo.
- Ya veremos, quien de los dos tendrá este agujero, el o yo – contesto
Pyotr.
Al día siguiente, seguía estudiando el borde de las posiciones fascistas
desde una posición camuflada que había preparado anteriormente. De nuevo el
sol seguía iluminando generosamente. No se le escapaba ni un detalle de su
campo de visión. Sobre la ladera de la colina hay trece arbustos. Cerca de
uno se ve tierra movida y una lata de conservas. No puede ser su posición.
Un tirador experimentado jamás dejaría esos indicios. Probablemente sea un
nido falso. O tal vez… el listillo escogió ese punto a propósito, para
desorientarle.
No muy lejos del lugar donde se encontraba Pyotr, comenzaron a caer
proyectiles de mortero, con intervalos iguales entre las explosiones.
Agudizando el oído, logro oír entre ellos dos disparos secos. Noto punto
oscurecido cerca de un seto, como si alguien lo tapara desde dentro. Recordó
las instrucciones de su maestro: observa atentamente cada arbusto oscuro,
sospecha de él, ahí puede encontrarse un francotirador enemigo.
Un destello casi inapreciable.
-¡Stop!,- dijo a sí mismo - ¡Es él!
El corazón casi deja de latir de alegría. Regañándose por no haberlo avisado
anteriormente, noto que había una zanja casi invisible que va del arbusto.
¿Adónde llevara? A ningún lado. Entonces el tirador se arrastra hacia la
posición al amanecer. La zanja no es otra cosa que un pasadizo hacia el
lugar donde hacia sus necesidades fisiológicas.
Se acerco al Semyon para convencerle abrir fuego con su ametralladora dentro
de treinta minutos, pero sin exponerse al peligro innecesario. De nuevo
cálculo la distancia y limpio las lentes del visor. Media hora se hace
eterna. ¿Por qué no disparan? ¿Se quedaron dormidos? – echaba cagamentos a
los operarios de la ametralladora por su lentitud. Pero finalmente “Maxim”
comenzó a escupir fuego.
Puso la atención máxima sobre aquel arbusto y a los pocos instantes diviso
que parecía tener vida propia, algo apenas apreciable, se movió hacia un
lado, mostrando la figura del aleman con un traje-capa de camuflaje y un
casco. Los dos disparos sonaron al unisonó.
Corrió para buscar al jefe de la compañía.
- Mire el arbusto. Sí, aquel… Maté al francotirador fascista.
- Ten cuidado, agacha la cabeza.
- No tema, mírelo bien, está muerto.
El teniente observo a ese arbusto con sus prismático y diviso el rifle que
quedo huérfano. El tirador enemigo, que tantos problemas les había
ocasionado, estaba muerto.
- Ahora, para rematar, arrasaremos ese nido de víboras – dijo el teniente,
sin ocultar su alegría.
Llamo por teléfono a los chicos de morteros, comunicándoles las coordenadas
del arbusto. No tardaron en abrir fuego. El escondite voló por los aires. La
onda expansiva lanzo al rifle y ahora se encontraba a la vista de todos,
como un objeto inofensivo e innecesario.
Artículo escrito por Bigshow
Bibliografía:
В прицеле "Бурый медведь" - Беляков П.А.
За Волгой земли для нас не было. Записки снайпера – Зайцев В.Г.
Девушка со снайперской винтовкой - Жукова Ю.К.
Опыт боевого применения снайперов - Губанов М.
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Despiece del visor PU
![](002_razobrannyj_PU.jpg)
“Silenciador” BraMit con advertencias grabadas sobre las limitaciones en su uso
![](003.gif)
Reconstrucción actual, mujer francotiradora:
![](004_Reconstruccya.jpg)
Francotirador Rashna Ayushiev del cuerpo de infantes de marina de la Flota del
Norte:
![](005_Radna_Ayushev_snajper_63y_brigady_morpexov.jpg)
Elisaveta Mironova
![](006_Elisaveta_Mironova.jpg)
Varios modelos de rifles usados por los tiradores soviéticos:
![](007.gif)